Carta 3

 

Comisión: 5

Profesor: Santiago Castellano

Alumno: Ari Capalbo

Modalidad: Individual 

 

 

CARTA 3- INSISTENCIA DE NIPPUR AL HADA CON UN SUEÑO COMO ARGUMENTO

 

¡Oh, dulce Hada! Por fin has aparecido ante mí, en forma de una misteriosa y sorpresiva carta. Carta que me trajo el viento y, al principio, he de confesar, no me resultó de gran agrado.

Por fin me has compartido, aunque sea de manera codificada, los misterios de tu oculto y admirable ser.

Por fin has decidido hablar frente a tus largos y desgastantes siglos de silencio que he atravesado. Siglos en los que mi alma ha vagado por los desiertos de la nada y el error, buscando algún secreto, algún destello, alguna imagen reveladora, como el pez que, cegado por el hambre y la incomprensión del objeto que tiene al frente suyo, persigue aquel señuelo desconociendo la trampa que hay en él.

Y de la misma manera, yo, fantasioso en busca de gloria —gloria que pensé que encontraría en la sangre derramada a los tiranos por los vastos campos de batalla junto a mi espada— ignoré completamente los estragos que conllevarían dejarme llevar cegado por la ira.

 

Porque, como tú dices, misteriosa Hada, lo que caracteriza a nosotros, los humanos, es la duda y la búsqueda, y corresponde a cada uno de nosotros usarlo en pos de encontrar la verdadera gloria, aquella que se viste con el traje del amor y la adoración a Dios.

Entendí que buscando en la sangre de los malvados la gloria del mundo espiritual, era como Majnún que buscaba a Laila en las grietas del suelo, hasta que alguien sabiamente le indicó que no podría encontrarla por ahí, ya que ella no era de ese lugar.

 

De esta manera, pude entender lo que ha sido de mí en todos estos tiempos.

Me encontré vagando por el valle de la búsqueda toda mi vida, y aquel viaje se alargó en el momento que busqué por las piedras lo que es del cielo. Porque en cada batalla en la que creí haberme enaltecido con la victoria, solamente agrandé la grieta que nos ha separado.

 

Sé que has negado verme por ahora, y pude entender por qué.

Al principio, consumido por el fuego de la ira, me costó bastante comprender tu sabia decisión.

Mas ahora puedo deducir por qué lo has dictaminado así.

 

He tenido un sueño revelador. En él, me encontraba por un lugar desconocido, difícil de descifrar, mas maravilloso, porque en él estaba feliz.

Unos grandes e interminables jardines sobre un monte en el que nunca había estado me rodeaban.

Y eso que he recorrido todos los rincones del planeta, pero juro que este escenario era nuevo para mí.

Lo curioso es que en aquel místico lugar no había sol, pues no se necesitaba, porque allí estabas Tú, radiando como nunca, iluminando toda la ladera, impregnando felicidad en cada átomo.

De repente, oía tu encantadora voz de ensueño que me decía:

—Esta sería la elevada posición de nosotros en el reino espiritual, si me hubieses encontrado a tiempo y no hubieses decidido perderte en tus ociosas fantasías—.

 

Comenzaba a llorar desconsoladamente, como nunca lo había hecho, y quería preguntarte si había alguna forma de revertir esto. Entonces, como si hubieses leído mi mente, respondiste que sí, que había una última oportunidad, y consistía en visitar sobre la Tierra aquel monte en el que me encontraba.

 

Acto seguido, tu rostro se apagó y todo mi alrededor comenzó a desvanecerse.

Caímos juntos en un pozo sin fin. Y cuando hube recuperado la conciencia, te vi completamente distinta.

Llorabas sangre, la sangre de los tiranos que había derramado durante mi estadía en la Tierra.

 

Poco a poco, ese frío y angustiante pantano de lágrimas empezó a cubrirnos el cuerpo.

Y me dijiste temblorosa:

—Hazlo antes de que nos ahoguemos eternamente—.

 

Rápidamente desperté, comprendiendo claramente el significado de aquel sueño.

Y decidí escribirte esto.

Porque sé que ahora es tiempo de actuar, tiempo de hablar y vernos.

Porque ahora que he descifrado tus misterios, me siento preparado para la decisión final.

 

Y sé que, detrás de la luna de este mundo, tras los velos de lo que perece, se halla oculto un vasto reino espiritual, y la representación de aquel mundo en esta tierra es el monte en el cual me encontraba junto a ti.

Ese monte es el Carmelo, y allí emprenderé el viaje.

 

Allí descansan los restos mortales de la Gloria de Dios.

Allí, las almas redimidas y preparadas emprenden, renovadas, el viaje hacia lo alto, cuando deben partir.

Y si he comprendido esto, quiere decir que me encuentro cerca al lecho de mi muerte.

 

Y debo llegar ahí cuanto antes, arrepentido sinceramente, enterrando mi espada a mitad del camino, para ser llevado a juicio y ver si seremos enaltecidos con el brillo deslumbrante que me has enseñado, o nos ahogaremos en el pantano carmesí que, por ahora, sigue creciendo.

 

Viejo y adolorido te he encontrado, dulce Hada, y más vale tarde que nunca llegar al mundo espiritual, porque esta vez vengo serio a buscar lo que he perseguido durante siglos: el rostro del Amigo.

 

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