Descripción objetiva y subjetiva de la foto familiar.

 

DESCRIPCIÓN OBJETIVA Y SUBJETIVA DE UNA FOTO FAMILIAR:

DESCRIPCIÓN OBJETIVA:

En la foto hay dos niños: uno más bajito, con una remera de manga corta a rayas y pantalón corto. No se le puede ver bien la cara porque un rayo de sol le emblanquece el perfil. Está parado con las piernas más abiertas de lo normal y su rostro apunta hacia arriba, donde hay una pequeña estatua de un Cristo crucificado.

El otro es de mayor estatura y tiene los brazos en jarra. Su rostro se distingue mejor, ya que la sombra lo favorece. Sus ojos también están dirigidos hacia el Cristo crucificado. Lleva puesta una remera clara y, por encima, un traje tirolés.

El lugar es un campo. Hay unas vallas detrás de los chicos y, al fondo, se observan pequeñas colinas.

El Cristo es blanco y está sostenido por una estructura de madera considerable.

 

DESCRIPCIÓN SUBJETIVA:

Estos dos chicos son primos y, aunque muchos piensen que tenían una buena relación, lo cierto es que, a pesar de su corta edad, se llevaban muy mal. Ese día, se agarraron a las piñas y el chico con el traje tirolés le voló un diente de un golpe al más bajito. El otro, para no quedarse atrás, lo empujó por la colina y lo hizo rodar varios metros. Por suerte, no pasó a mayores.

Todo esto se remonta a aquel viaje, cuando el chico más alto conoció a una chica que vivía justo enfrente de donde se hospedaban. La invitó a tomar un helado y ella aceptó. Después de eso, durante varios días, salieron a caminar de la mano por el campo. Su primo —no se sabe si por celos, envidia o simple maldad— decidió arruinar ese vínculo que recién empezaba a florecer.

Un día, al ver por la ventana que la chica salía de su casa, el primo se acercó, la saludó, se presentó y empezó a decirle cosas malas sobre el otro chico. Le dijo que era un desubicado, un mujeriego que andaba con muchas chicas a la vez, y un nene de mamá. Fue tal el horror de la chica al escuchar eso que decidió no aceptar ninguna salida más del chico con traje tirolés.

Cuando Lucio —el más alto— se enteró de la situación, lo empezó a cagar a trompadas. El tío, que es el papá del otro, tuvo que separarlos porque se estaban matando. Así fue durante varios días: siempre que estaban solos, se agarraban a las piñas.

Esa foto la sacó la mamá de Lucio para capturar el único momento de reconciliación, donde parecía que habían hecho las paces. Ambos miraban a un Jesús crucificado, reflexionando sobre las malas actitudes que habían tenido durante el viaje.

 

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